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lunes, 3 de septiembre de 2018

1000 cerdos

Mohamed vive en Rodez (Francia), aunque es originario de Senegal.
Tiene 22 años y trabaja en un matadero. Comienza a trabajar a las 5 de la mañana, termina a la una del mediodía. Algunos días llega a matar 1000 cerdos.
Los sábados y los domingos descansa.
Hoy ha venido a visitarle un amigo de París, un amigo blanco de la infancia. Sentados en el patio del albergue de jovenes trabajadores me ofrecen ron con naranjada.
Mohamed comenta, no sin cierto orgullo, que su jefe está contento con él. Su jefe dice que trabaja bien, rápido y limpio, no sólo matando los cerdos, también despedazándolos, todo se aprovecha, los cerebros, por ejemplo, van a las croquetas para perros.
Dice que el ambiente en el albergue es bueno, que la gente se respeta, que al entrar en la cocina común, si hay alguien comiendo, siempre te ofrece compartir su comida, que comer en la cantina es caro, cuesta 9 euros y con ese dinero se puede comprar comida para varios días.
Dice que está bien pasar así el rato juntos, hablando. Le respondo que hablar es bueno y él me pregunta por qué. Porque es importante conocer a los que te rodean.
Mohamed me pasa su móvil, con una canción de Gerry Madani sonando, me dice que es el mejor rapero, porque dice lo que piensa y lo que otros no se atreven a decir. Escucho un rato pero no entiendo nada. Le devuelvo el móvil diciendo, Mohamed es demasiado difícil para mí, habla demasiado rápido, no comprendo lo que dice.
Lo que no le digo a Mohamed es que, además de mi pobre francés, probablemente no pueda entender su música, porque 1000 cerdos diários nos separan. 1000 cerdos que él mata y que nosotros comemos.

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