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viernes, 28 de septiembre de 2018

Sobre héroes y tumbas - III Informe sobre ciegos - cap. 11



Creo que por el resentimiento que Norma tenía hacia mí se apareció uno de aquellos días con un ser epiceno llamado Inés González Iturrat. Enorme y fortísima, con visibles bigotes, de pelo canoso, vestía traje sastre y llevaba zapatos de hombre. A no ser por sus pechos eminentes, vista de golpe, podía cometerse el error de llamarla «señor». Enérgica y eficaz, ejercía un dominio completo sobre Norma.

—Yo a usted la conozco —dije.

——¿A mí? —comentó con irritada sorpresa, como si esa posibilidad fuera ofensiva; ya que Norma, como es natural, le había hablado mucho de mí.

En rigor, tenía la idea de haberla visto en alguna parte, pero recién al final de la incómoda entrevista (necesitaba vigilar el número 57 detrás de su corpachón) aclaró aquel pequeño enigma.

Norma revelaba nerviosos deseos de que hubiese algo así como una polémica: sus reiteradas derrotas conmigo la hacían esperar con vengativa satisfacción la idea de una ruinosa discusión con aquel sabio atómico. Pero yo, que tenía la cabeza en otra parte y que no podia ni debía apartar mi atención del número 57, no mosrré el menor interés en argüir con aquel producto. Desgraciadamente, como en otra ocasión hubiera hecho, me era imposible levantarme.

El pecho de Norma subía y bajaba como un fuelle.

—Inés fue mi profesora de historia, ya te dije.

—Así es — comenté cortésmente.

—Somos un grupo de chicas muy unidas y ella es nuestro mentor.

—Excelente —dije, en el mismo tono.

—Comentamos libros, vamos a exposiciones y conferencias.

—Muy bueno.

—Hacemos excursiones con fines de estudio.

—Magnífico.

Su irritación iba aumentando. Casi indignada ya, agregó:

—Ahora estamos haciendo visitas comentadas a las galerías con ella y el profesor Romero Brest.

Me miró con ojos que echaban fuego, esperando mi comentario. Con urbanidad, dije:

—Qué buena idea.

Casi gritando agregó:

—Tú crees que las mujeres sólo deben ocuparse de limpiar pisos, de fregar platos y de cuidar el hogar.

Un individuo con una escalera pareció querer entrar en la puerta del número 57, pero al verificar el número siguió hasta la puerta siguiente. Calmados mis nervios, le rogué que, por favor, repitiese la observación última, que no había oído bien. Se enfureció todavía más.

—¡Claro! —exclamó—. Ni siquiera oyes. Hasta ese punto te interesan mis opiniones.

—Me interesan mucho.

—¡Farsante! Mil veces me has dicho que las mujeres son distintas a los hombres.

—Mayor razón para que me interesen sus opiniones. A uno siempre le interesa lo que es distinto o desconocido.

—¡Ah, de modo que admites que para ti una mujer es algo completamente distinto a un hombre!

—No hay que exaltarse por un hecho tan evidente, Norma.

La profesora de historia, que había seguido la escena con gesto duramente irónico, advertida, como seguramente lo estaba, de que yo era un individuo oscurantista, intervino:

—¿Le parece?

—¿Le parece qué? —-pregunté con ingenuidad.

—Eso. Que sea evidente -subrayó mordazmente la palabra—la diferencia entre un hombre y una mujer.

—Todo el mundo está de acuerdo que entre un hombre y una mujer hay algunas apreciables diferencias —le expliqué con calma.

—No nos referimos a eso —replicó con helada furia la educadora—. Y usted bien lo sabe.

—¿A eso? ¿Qué es eso?

—Al sexo, a lo que usted bien sabe —agregó cortante.

Parecía un cuchillo filosísimo y desinfecrado.

—¿Le parece poco? —pregunté.

Me estaba poniendo de buen humor, y por lo demás alivianaban mi espera. Sólo seguía molestándome esa vaga sensación de haber visto alguna vez a la profesora y no poder recordar dónde.

—¡No es lo más importante! Nos estamos refiriendo a lo otro, a los valores espirituales. Y las diferencias que ustedes establecen entre la actividad de un hombre y de una mujer son típicas de una sociedad atrasada.

—Ah, ya comprendo —comenté con mucha serenidad—. Para ustedes la diferencia entre el útero y el falo es un resabío de los Tiempos Oscuros.
Va a desaparecer junto con el alumbrado a gas y el analfabetismo.

La educadora se puso roja: aquellas palabras no sólo la indignaban sino que la avergonzaban, pero no la pronunciación de palabras como útero y falo (cientificas como eran, no podían turbarla más que «neutrino» o «reacción en cadena»). La avergonzban en virtud del mismo mecanismo que podría molestar al profesor Einstein preguntarle por el funcionamiento de sus intestinos.

—Eso es una frase —dictaminó—. Lo cierto es que hoy la mujer compite con el hombre en cualquier actividad. Y eso es lo que a ustedes los saca de quicio. Vea la delegación que acaba de llegar de mujeres norteamericanas: hay tres directoras de la industria pesada.

Norma, tan femenina, me miró triunfalmente: lo que puede el resentimiento. De alguna manera aquellos monstruos la vengaban de su servilismo en la cama. El desarrollo de la industria metalúrgica de los Estados Unidos atenuaba en cierta forma los gritos que daba en momentos culminantes, el frenesí de su entrega incondicional. Una postura humillante era balanceada por la petroquímica yanqui.

Era cierto: ahora que me veía obligado a recorrer los diarios, recordaba haber visto la llegada de aquella troupe.

—También hay mujeres que boxean —comenté—. Ahora, si a ustedes esa monstruosidad las anima...

—¿Llama usted monstruosidad al hecho de que una mujer llegue a ser miembro del directorio de una gran industria?

Nuevamente me vi obligado a seguir, por encima de los atléticos hombros de la señorita González Irurrat, a un transeúnte sospechoso. Esa actitud, perfectamente explicable, aumentó la furia de la considerable arpía.

—¿Y también le parece monstruoso —agregó, entrecerrando insidiosamente los ojitos- que en la ciencia se destaque un genio como Madame Curie?

Era inevitable.

—Un genio —le expliqué con calma didáctica- es alguien que descubre identidades entre hechos contradictorios. Relaciones entre hechos aparentemente remotos. Alguien que revela la identidad bajo la diversidad, la realidad bajo la apariencia. Alguien que descubre que la piedra que cae y la luna que no cae son el mismo fenómeno.

La educadora seguía mi razonamiento con ojitos sarcásticos, como una maestra a un chico mitómano.

—¿Y Madame Curie es poco lo que descubrió?

—Madame Curie, señorita, no descubrió la ley de la evolución de las especies. Salió con un rifle a cazar tigres y se encontró con un dinosaurio. Con ese criterio también sería un genio el primer marinero que divisó el cabo de Hornos.

———Usted dirá lo que quiera, pero el descubrimiento de Madame Curie revolucionó la Ciencia.

—Si usted sale a cazar tigres y se encuentra con un centauro, también provocará una revolución en la zoología. Pero no es esa clase de revoluciones la que provocan los genios.

—Según su opinión, a la mujer le está vedada la ciencia.

—No, ¿cuándo he dicho eso? Además, la química se parece a la cocina.

—¿Y la filosofía? Usted prohibiría, seguramente, que las muchachas ingresen en la facultad de filosofía y letras.

——No, ¿por qué? No hacen mal a nadie. Además allí encuentran novio y se casan.

—¿Y la filosofia?

—Que estudien, si quieren. Mal no les va a hacer. Tampoco bien, eso es cierto. No les hace nada. Además, no hay ningún peligro de que se conviertan en filósofos.

La señorita González Iturrat gritó:

—¡Lo que pasa es que esta sociedad absurda no les da las mismas posibilidades que a los hombres!

—¿Cómo? Si estamos diciendo que nadie les impide ir a la facultad de filosofía. Más aún: me dicen que ese establecimiento está lleno de mujeres. Nadie les prohíbe que hagan filosofía. Nunca se les impidió que piensen, ni en su casa ni fuera de su casa. ¿Cómo se puede impedir que alguien piense? Y la filosofia no requiere más que cabeza y ganas de pensar. Ahora, en la época de los griegos y en el siglo XXX. Eventualmente una sociedad podría impedir que una mujer publicase un libro de filosofía: mediante la ironía, el boicot, en fin, alguna cosa así. Pero ¿impedir que piense? ¿Cómo ninguna sociedad puede obstaculizar la idea del universo platónico en la cabeza de una mujer?

La señorita González Irurrat estalló:

—¡Con gente como usted el mundo nunca habría ido adelante!

—¿Y de dónde deduce usted que ha ido adelante?

Sonrió con desprecio.

-Claro. Llegar a Nueva York en veinte horas no es un progreso.

—No veo la ventaja de llegar pronto a Nueva York. Cuanto más se tarda, mejor. Además, yo creí que usted se refería al progreso espiritual.

—A todo, señor. Lo del avión no es un azar: es el simbolo del adelanto general. Incluso los valores éticos. No me va usted a decir que la humanidad no tiene una moral superior a la de la sociedad esclavista.

—Ah, usted prefiere los esclavos con sueldo.

—Es fácil ser cínico. Pero cualquier persona de buena fe sabe que el mundo conoce hoy valores morales que eran desconocidos en la antigüedad.

—Sí, comprendo. Landrú viajando en ferrocarril es superior a Diógenes viajando en trirreme.

—Usted elige a propósito ejemplos grotescos. Pero es evidente.

—Un jefe de Buchenwald es superior a un jefe de galeras. Es mejor matar a los bichos humanos con bombas Napalm que con arcos y flechas La bomba de Hiroshima es más benéfica que la batalla de Poitiers. Es más progresista torturar con picana eléctrica que con ratas, a la china.

—Todos ésos son sofismas, porque son hechos aislados. La humanidad superará también esas barbaridades. Y la ignorancia tendrá que ceder en toda la línea, al final, a la ciencia y al conocimiento.

—Actualmente, el espíritu religioso es más fuerte que en el siglo XIX —anoté con tranquila perversidad.

—El oscurantismo de todo género cederá al fin. Pero la marcha del progreso no puede ser sin pequeños retrocesos y zigzags. Usted mencionó hace un momento la teoría de la evolución: un ejemplo de lo que puede la ciencia contra toda clase de mito religioso.

—No veo los efectos devastadores de esa teoría. ¿No acabamos de admitir que el espíritu religioso ha repuntado?

—Por otros motivos. Pero liquidó definitivamente muchas paparruchadas, como eso de la creación en seis días.

-Señorita: si Dios es omnipotente, ¿qué le cuesta crear el mundo en seis días y distribuir algunos esqueletos de megaterios por ahí para poner a prueba la fe o la estupidez de los hombres?

—¡Vamos! No me va a pretender que dice en serio semejante sofisma. Además, hace un momento estaba elogiando al genio que descubrió la teoría de la evolución. Y ahora la toma en broma.

—No la tomo en broma. Digo, simplemente, que no prueba la inexistencia de Dios ni refuta la creación del mundo en seis días.

—Si por usted fuera no habría ni escuelas. Si no me equivoco, usted debe ser partidario del analfabetismo.

—Alemania en 1933 era uno de los pueblos más alfabetizados del mundo. Si la gente no supiera leer, al menos no podría ser idiotizada dia a día por los diarios y revistas. Desgraciadamente, aunque fuesen analfabetos, todavía quedarían otras maravillas del progreso: la radio, la televisión (*hoy en día Internet). Habría que extirpar los tímpanos a los chicos y sacarles los ojos. Pero éste sería ya un programa más dificultoso.

—A pesar de los sofismas, siempre la luz prevalecerá sobre la oscuridad, y el bien sobre el mal. El mal es ignorancia.

—Hasta ahora, señorita, el mal siempre ha prevalecido sobre el bien.

—Otro sofisma. ¿De dónde saca semejante barbaridad?

—Yo no saco nada señorita: es la tranquila comprobación de la historia. Abra usted la historia de Oncken por cualquier página y no encontrará más que guerras, degüellos, conspiraciones, torturas, golpes de estado e inquisiciones. Además, si prevalece siempre el bien ¿por qué hay que predicado? Si por su naturaleza el hombre no estuviera inclinado a hacer el mal ¿por qué se lo proscribe, se lo estigmatiza, etc? Fíjese: las religiones más altas predican el bien. Más todavía: dictan mandamientos, que exigen no fornicar, no matar,  no robar. Hay que mandarlo. Y el poder del mal es tan grande y retorcido que se utiliza hasta para recomendar el bien: si no hacemos tal y tal cosa nos amenazan con el infierno.

—Entonces —gritó la señorita González Iturrat— según usted hay que predicar el mal.

—Yo no he dicho eso, señorita. Lo que pasa es que usted se ha excitado mucho y ya no me escucha. El mal no hay que predicarlo: viene solo.

—Pero ¿qué quiere probar?

—No se exalte, señorita. No olvide que usted sostiene la superioridad del bien, y veo que con gusto me cortaría en  pedazos. Quería decirle, sencillamente, que no hay tal progreso espiritual. Y hasta habría que examinar el famoso progreso material.

Una mueca irónica deformó los bigotes de la educadora.

——Ah, me va a demostrar ahora que el hombre de hoy vive peor que el romano.

—Depende. No creo, por ejemplo, que un pobre diablo que trabaja ocho horas diarias en una fundición, bajo control electrónico, sea más feliz que un pastor griego. En Estados Unidos, paraíso de la mecanización, los dos tercios de la población son neuróticos.

—Me gustaría saber si usted viajaría en diligencia en lugar de hacerlo en ferrocarril.

—Por supuesto. El viaje en coche era más hermoso y mas tranquilo. Y mejor todavía cuando se andaba a caballo: se tomaba aire y sol, se contemplaba apaciblemente el paisaje. Los apóstoles de la máquina nos dijeron que cada día daría al hombre mas tiempo para el ocio. La verdad es que el hombre tiene cada día menos tiempo, cada día anda más enloquecido. Hasta la guerra era linda, era divertida y viril, era vistosa: con aquellos uniformes en colores. Hasta sana, era. Vea, por ejemplo, nuestra guerra de la independencia y nuestras luchas civiles: si a uno no lo lanceaban o degollaban podía vivir luego cien años, como mi tatarabuelo Olmos. Claro: la vida al aire libre, el ejercicio, las cabalgatas. Cuando un chico era débil lo mandaban a la guerra, a que se fortificase.

La señorita Gonzalez Iturrat se levantó furiosa y le dijo a su discípula:

-Yo me voy, Normita. Tú sabrás lo que haces.

Y se retiró.

Norma, con los ojos llameantes, también se levantó. Y mientras se alejaba, dijo:

—¡Eres un guarango y un cínico!

Doblé mi diario y me dispuse a seguir vigilando el número 57, ahora sin el inconveniente del voluminoso cuerpo de la educadora.

Aquella noche, mientras estaba sentado en el watercloset, en esa condición que oscila entre la fisiología patológica y la metafísica, haciendo esfuerzo y a la vez meditando en el sentido general del mundo, tal como es frecuente en esa única parte filosófica de la casa, hice conciencia por fin de aquella paramnesia que me había molestado al comienzo de la entrevista: no, yo no había visto antes a la señorita González Iturrat; pero era casi idéntica al desagradable y violento ser humano que en Ocho sentenciados arroja panfletos sufragistas desde un globo Montgolfier.



Autor Ernesto Sabato

Primera publicación en 1961

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Curso blues Layos


La Escuela de Blues de Madrid organizó del 21 al 23 de septiembre un curso de blues intensivo en Layos, un pueblo a 10 min de Toledo.

Hubo muy buen ambiente y actuaciones que, aunque músicalmente no fueran espectaculares, sí lo fueron por el entusiasmo de l@s participantes.

Si te gusta el blues y vives cerca de Madrid, vale la pena asistir al concierto final que se hace el último día (domingo) y es gratuito. 










Y otro vídeo más.

martes, 11 de septiembre de 2018

Consumo de agua



¿Has mirado alguna vez, detenidamente, tu factura de consumo de agua?

¿Sabrías decirme cuantos metros cúbicos de agua consumes mensualmente?

Yo, que habito solo un piso, gasto entre 2 y 3, es decir, de media, unos 100 litros de agua diarios.

Curiosamente, mi madre, consume aproximadamente el doble de agua, mensualmente, de lo que yo consumo.


¿Cómo es posible eso? ¿Acaso viven más personas en la vivienda? No, ella vive sola.

¿Lava mucha más ropa? No, los dos lavamos y nos duchamos poco.

¿Entonces, cómo es posible que gaste e doble de agua mi madre, unos 200 litros al día, que yo, teniendo ambos hábitos similares?


La respuesta es sencilla, la capacidad de la vejiga de mi madre es aproximadamente la mitad de la mia.

Más claro, mi madre utiliza el váter el doble que yo y diariamente descarga la cisterna del váter el doble que yo.

Quiero resaltar con las preguntas anteriores, que gran parte de nuestro consumo de agua potable se produce tirando el agua por el váter y me parece que vale la pena reflexionar sobre ello. De alguna manera simboliza nuestra froma de vida, nuestros valores, uno de los recursos más valiosos que tenemos, diariamente lo tiramos por el váter, no en gotas, ni en vasos, ni en botellas, 100 litros son nada más y nada menos que unos 6 cubos de agua.

¿Cómo evitar este derroche?

Se creativo y piensa. Una pista, mear menos es una mala solución.

lunes, 3 de septiembre de 2018

El niño y la guitarra

Sentado en un espigón de la bahía de Fornells en Menorca, tocaba los tres acordes que desde hace tantos años me acompañan.

Un niño, que hubiera podido ser mi hijo, no llegaba a adolescente todavía, se sentó a mi lado a escuchar. Al cabo de un rato me pidió la guitarra y fui entonces yo quien tuvo el placer de disfrutar el arte de un muy joven virtuoso.

Cuando me la devolvió, segui tocando, un poco avergonzado, pues en cuanto a maestría musical, yo hubiera podido ser el hijo y él, el padre.

Amablemente quedó escuchando algunas de mis canciones, entrelazadas por trazos de conversación. Al partir se despidió con palabras de ánimo.

-Sigue practicando,- me dijo -eres un buen guitarrista.-



paulino_guitarra

Una botella

  Screenshot from 2016-03-22 10:29:32  
Orino en una botella.

Una botella de plàstico.

Originalmente contenía 5 litros de agua.

Orino en la misma botella desde hace varios años.

El inodoro únicamente lo utilizo para hacer de vientre.

Cuando al utilizar el inodoro coincide que la botella està bastante llena, la vacío en el inodoro.

¿Por qué?  ¿Locura?  ¿Extravagancia?  ¿Perversión?

¡Ahorro de agua!

Cada vez que tiramos de la cadena del vàter, malgastamos entre 10 y 20 litros de agua potable.

Una persona orina entre 4 y 7 veces al día, lo que equivale a un mínimo de 40 litros diarios de agua potable malgastados.

40 litros de agua potable malgastados, en el mejor de los casos.

40 litros de agua potable diarios salvarían muchas vidas, si llegasen a aquellas personas que los necesitan.

No, no se los puedo llevar, pero, por respeto a ellas, puedo evitar malgastarlos.

Ciencia ficción

En el año 2020 los móviles hicieron superfluos los tests de inteligencia,

a mayor inteligencia del móvil, mayor idiotez del usuario.

Personal

1969 - Gama (Cantabria) papa_paulino.jpg
Neil Armstrong deja su huella en la luna y yo en la arena de las playas de Cantabria. Los Beatles están en pleno apogeo, en 1965 habían actuado en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid.


Un señor llamado Francisco Franco está pero que muy mayor y los españoles sueñan con grandes cambios. Joan Manuel Serrat triunfa con "Penélope" en el IV Festival Internacional da Canção Popular de Río de Janeiro.

1973 - Madrid
kike_paulino_1972_red Quien ha vivido Madrid en invierno, sabe que hace frío, pero Kike y yo lo combatimos escavando trincheras. Quizá esta actividad fuera premonitoria de nuestras futuras vidas profesionales.

¿Trincheras para qué?

Ah amigo, nos encontramos en el descampado aledaño a los edificios en los que vivíamos. En este descampado la tribu de niños del vecindario, que en aquellos tiempos poblaba patios y calles, se reunía a enzarzarse en rituales batallas a pedrazo limpio. Normalmente se enfrentaban los niños de comunidades vecinas, pero a veces, a falta de bando contrario, los de una misma comunidad se dividían en dos grupos. La batalla terminaba cuando en uno de los dos bandos se producía la primera baja por descalabro.  

1981 - Madrid paulino_emisora_red Lo de las TIC me viene de lejos. En aquellos tiempos, aunque parezca increible, no existía Internet ni los móbiles, pero sí los radioaficionados. Break, estación SKIP pide paso, QRA Paulino, QTH Madrid, 27 MHz, banda ciudadana, estamos en el aire.  


1986 - Madrid

klassenfoto

Por fin acabamos el bachillerato.

Llevo una chapa que me regaló Julia, dice "Vive Madrid", pero en aquella época Madrid me mata. Mi relación es de amor - odio, o más bien hastío, con la gran ciudad. Siento que necesito salir, aunque me duela dejar a la familia y los amigos.

vive_madrid.jpg

1988 - Acampada en alguno de los pantanos de la sierra acampada_pantano La sierra se eleva al norte y noroeste de la gran ciudad. Desde hace muchos años es uno de los destinos favoritos de madrileños cansados de cemento, asfalto, ruido y aire irrespirable. La imagen muestra un grupo de distendidos domingueros que, a orillas de uno de los muchos emblases que albergan las cadenas montañosas, han buscado refugio del sol. Lo que la imagen no muestra, es la orilla del embalse, antes de llegar nosotros y después de marchar. Al llegar, nos encontramos la orilla sembrada de restos de envases, bolsas, envoltorios y basura varia, que domingueros anteriores habían tirado. Pedro, primero por la izquierda, comenzó a recoger basura. El resto, al principio, le miramos incrédulos, luego nos unimos a él y al cabo de unas dos horas nuestros alrededores quedaron libres de basura. La cargamos en el maletero del coche y la tiramos en el primer contenedor que encontramos. Acampamos una noche. Al acostarnos, a modo de canción de cuna, entoné:"En mi chabola soy feliz...", frase que cada vez que recordamos la acampada fue motivo de cachondeo.


 2019 - Dragonera, Mallorca



Me hace gracia esta foto, porque me recuerda a la inmediatamente superior.
La diferencia es total, las personas son compañer@s de instituto, el lugar es la isla de Dragonera en Mallorca y, sobre todo, el tiempo, han pasado 30 años, pero hay cosas que no cambian, la sombra se sigue agradeciendo.

1000 cerdos

Mohamed vive en Rodez (Francia), aunque es originario de Senegal.
Tiene 22 años y trabaja en un matadero. Comienza a trabajar a las 5 de la mañana, termina a la una del mediodía. Algunos días llega a matar 1000 cerdos.
Los sábados y los domingos descansa.
Hoy ha venido a visitarle un amigo de París, un amigo blanco de la infancia. Sentados en el patio del albergue de jovenes trabajadores me ofrecen ron con naranjada.
Mohamed comenta, no sin cierto orgullo, que su jefe está contento con él. Su jefe dice que trabaja bien, rápido y limpio, no sólo matando los cerdos, también despedazándolos, todo se aprovecha, los cerebros, por ejemplo, van a las croquetas para perros.
Dice que el ambiente en el albergue es bueno, que la gente se respeta, que al entrar en la cocina común, si hay alguien comiendo, siempre te ofrece compartir su comida, que comer en la cantina es caro, cuesta 9 euros y con ese dinero se puede comprar comida para varios días.
Dice que está bien pasar así el rato juntos, hablando. Le respondo que hablar es bueno y él me pregunta por qué. Porque es importante conocer a los que te rodean.
Mohamed me pasa su móvil, con una canción de Gerry Madani sonando, me dice que es el mejor rapero, porque dice lo que piensa y lo que otros no se atreven a decir. Escucho un rato pero no entiendo nada. Le devuelvo el móvil diciendo, Mohamed es demasiado difícil para mí, habla demasiado rápido, no comprendo lo que dice.
Lo que no le digo a Mohamed es que, además de mi pobre francés, probablemente no pueda entender su música, porque 1000 cerdos diários nos separan. 1000 cerdos que él mata y que nosotros comemos.

1997-98

Descripció de la meva vida fa 10 anys (al 1997 - 1998)

Fa deu anys vaig aconseguir realitzar una meta important que m’havia proposat des de que vaig partir de Madrid cap a Alemanya l’any 86.
Vaig tornar de Stuttgart a Madrid, en autobús. Ni va ser una tornada triomfal, ni haver realitzat el meu somni de tornar em va omplir de goig, no obstant això, sentia la necessitat de tornar a les meves arrels. Amb trenta anys em vaig trobar vivint a casa de ma mare i amb una feina en una empresa de distribució de material elèctric ubicada en un polígon industrial a una hora de casa en transport col. lectiu. L'al·lota amb la qual havia començat a sortir pocs mesos abans em va deixar, el sou amb prou feines donava per sobreviure, sense saber quan ni com, la vida havia perdut la seva lluentor, se m’havia enfoscat.

Quedaven a Madrid part dels meus amics de la infantesa i adolescència, amb alguns d’ells vaig poder tornar a gaudir fent excursions a la sierra, passant una tarda de cine o anant a nedar a la piscina. Per a tots la vida s’havia tornat més seriosa, havíem d’assumir responsabilitats majors, desenvolupar-nos professionalment, plantejar-nos formar una família, de vegades tenia la sensació que arribava tard, que ja se m’havia escapat el tren.

La gran ciutat m’atabalava. Quan arribava a algun punt alt, la vista s’estenia damunt una mar d’edificis, que arribava fins a l’horitzó. Una nit d'estiu, tornant a casa per una de les amples avingudes de la ciutat, em vaig topar amb una mena de gran estora fosca que omplia tot l’ample de la vorera i que es movia, estava formada per paneroles.

A l’hivern, quan la pol·lució produïda pels cotxes s’afegia a la de les calefaccions, l’aire es feia irrespirable. Mai m’havia semblada tan encertada l’expressió - Madrid me mata-.

Tornava a canviar de feina, per tercera vegada en un any i mig. Durant l'entrevista de feina, el meu futur cap em va sorprendre en comentar que el lloc de feina era a Mallorca, a l’anunci del diari no n'havia posat res. En veure la meva expressió de sorpresa i dubte va dir –Ja veuràs com t’agrada, és un dels llocs més bonics que conec-.

domingo, 2 de septiembre de 2018

Respect

Sí, suena fatal, pero ¿y lo bien que nos lo pasamos?