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martes, 10 de diciembre de 2019

El vaso

Y el desastre se anunció con coloridos símbolos,
lacitos y banderas, collares y pulseras.
Tenebroso ambiente festivo.
En el silencio espeso, que ya nadie era capaz de romper,
resonaba cada gota de rencor,
al caer al vaso casi lleno de egoismo y absurdos ideales patrióticos.

-¡Visca, arriba, gora!-  jaleaban, ansiosos de que el vaso se desbordara.

viernes, 9 de agosto de 2019

Condicional i subjunctiu

Si jo et digués, "T'estim", tu em diries, "Estàs boig", i jo et respondria, "Sense cap mena de dubte, estimada."

jueves, 1 de agosto de 2019

domingo, 20 de enero de 2019

Algeciras, Tarifa y Tánger 22 y 23 de diciembre

Hola Gozalet,

Bueno respecto al viaje a Marruecos, comentarte que fue impresionante. Estuve del 22 de diciembre al 3 de enero e iba con la idea de quedarme 3 o 4 días en Tánger y a continuación moverme en dirección Fez, desde donde volvería en avión a Barcelona.

El viaje de ida fue a Sevilla, porque un compañero me recomendó que cruzara el estrecho en ferry, para vivir más consciente el paso de Europa a África. En Sevilla quedé con Saray, que venía de Portugal y había ofrecido plazas en su coche en BlaBlaCar. Con Saray, que es de Algeciras, también había reservado plaza Miriam, que vive cerca de Londres e iba a pasar las navidades con su familia en Ceuta. Salimos de Sevilla hacia las cuatro, conversando durante las dos horas de viaje. Muy majas ambas chicas, y guapas !!!

En principio tenía pensado cruzar esa misma tarde el estrecho, pero como al llegar a Algeciras había oscurecido y tenía reparos en llegar a Tánger de noche, sin tener hospedaje reservado, decidí pasar la primera noche en Algeciras. Además, Saray me recomendó tomar el ferry desde Tarifa, que está a 20 km de Algeciras y visitar el pueblo. En Algeciras busqué una habitación en una pensión del barrio musulmán. Fue gracioso, porque al principio no me di cuenta de que estaba en el barrio musulmán. Vi un local lleno de gente que pensé era un bar, entré y pedí una cerveza. El camarero me miró extrañado, como preguntando "¿Me estás tomando el pelo?", pero me contestó amablemente que no servían bebidas alcohólicas.

A Algeciras no le encontré encanto desde el punto de vista arquitectónico. Es una pequeña ciudad con edificios más bien cutres y un puerto muy grande, con extensas áreas de almacenamiento para contenedores, coches y otras mercancias.

Cené un plato de lentejas muy rico, por tres euros, en un local musulmán, teniendo cuidado de pedir agua como bebida y me fui a dormir.

Pasé buena noche.

La madrugada siguiente, hacia las ocho, tomé el autobús a Tarifa, visitando este pueblecito encantador, aunque muy turístico. Afortunadamente se encontraba en temporada baja y la mayoría de los comercios turísticos estaban cerrados. Paseé por los alrededores que ofrecen rutas de senderismo en un entorno magnífico, sorprendiéndome  mucho la gran cantidad de vegetación.

Hacia el mediodía tomé el ferry a Tánger (30 euros). El trayecto es de unos 30 km y la travesía duró una hora. En el ferry tienes que presentar el pasaporte a las autoridades marroquíes para que te pongan el visado.

A la llegada, en la sala del puerto, me abordó un señor de mi edad, que se identificó como guía turístico, y, en un inglés no muy claro, me ofreció una visita por la ciudad al precio de cuatro euros.
El guía se llamaba Hamsa y me fui dando cuenta de que era un tipo simpático. En primer lugar me llevó a un Riad, alojamiento turístico en un edificio típico, de lujo en este caso, donde pedían setenta euros por noche. Fui a verlo, aunque tenía claro que no era el tipo de alojamiento que me interesaba, no sólo por el precio, sino porque quería tener la oportunidad de conocer a gente y en los sitios lujosos es más difícil relacionarse con otros huéspedes. Tras explicar al encargado que regentaba el Riad, que no dudaba de la excepcional calidad de su establecimiento, que setenta euros era una ganga por una habitación en el mismo, y que tampoco dudaba ni un instante de que no encontraría propuesta mejor en la ciudad, le hice ver que buscaría otro alojamiento porque yo como viajante mochilero no estaba a la altura de las comodidades ofrecidas.
Hamsa, prespicaz observador, al salir del Riad, me llevó directamente al Melting Pot, un hostal mochilero que yo ya había localizado en Google, y leido las reseñas, que son muy dispares en su calificación. Algunas lo ponían por las nubes, otras lo describían como situado en un barrio inseguro e infestado por chinches. A mi me pareció ineteresante desde el punto de vista económico, once euros por noche en habitación compartida con cinco personas, y por el tipo de huesped, mochiler@, que viaja por cuenta propia y con reducido presupuesto. Además, dispone de cocina y terraza en azotea con impresionantes vistas sobre el puerto y la medina.
Esperando a que la chica de la recepción tomara mis datos, otra chica, estadounidense, claramente saeteada con puntitos rojos que bien podían ser picaduras de chinches y que parecía estar haciendo las camas de un cuarto situado frente a la recepción, entabló conversación conmigo.

Solucionada la cuestión de las primeras pernoctaciones, Hamsa pasó a mostrame la medina. Me dio todo tipo de datos, como que la ciudad medieval tiene nueve arcos de entrada, me mostró las principales plazas, llamadas el Zoco Chico, el Zoco Grande y la palza Nueve de Abril, cuyo nombre proviene, como supusé, del día de la independencia, que él me pareció datar en 1946, aunque puede que yo le entendiera mal, el caso es que fue en 1956. La mayor parte del tiempo la pasamos en los comercios artesanos a los que me llevó y donde me pareció ser buen conocido de los propietarios. A las ofertas de venta del variopinto surtido de productos, yo iba pidiendo las tarjetas para poder volver otro día, ya que acababa de aterrizar en la ciudad y me era imposible decidir en ese momento qué comprar ante la avalancha comercial.
Realmente, lo más interesante que me enseño Hamsa, aparte del hostal, aunque este yo lo habría podido encontrar sin su ayuda fácilmente, fue un sencillo restaurante, donde se comía bien por menos de tres euros. Bueno, también me enseño la antigua fortaleza, la Casbah, que por importancia turística en Toledo correspondería a la catedral, y por tanto, tampoco era difícil de localizar. Pero bueno, como te digo, era simpático, estuvo conmigo desde la una hasta las siete, hora a la que volví agotado al hostal, y por cuatro euros, tampoco iba a pedir filigranas al guía.

Mas, cual fue mi sorpresa, cuando a la hora de pagar, los cuatro euros se tornaron en cuarenta. Hostia, por este precio, en primer lugar no hubiera contratado al guía y en segundo, hubiese esperado otro tipo de visita, más informativa, de la ciudad
Bien, como te decía, Hamsa es simpático y yo no estaba seguro de haberlo entendido bien durante el primer contacto, pero sí bastante seguro de que estaba pagando un precio desorbitado. Pensé que tampoco estaba tan mal que los tópicos se cumpliesen, el turista novato paga el pato.

Pocos días después, conocí a unos chicos checos, que me explicaron una teoría según la cual, los marroquíes aman el regateo, por lo que, a cualquier oferta, es obligado responder con una contraoferta de máximo la mitad del importe inicial. De hecho, afirmaban los checos, el vendedor marroquí, se siente insultado y decepcionado, si el comprador acepta su oferta inicial. O sea, que yo con Hamsa, había metido la pata y posiblemente lo había herido y ofendido en su orgullo como marroquí y comerciante, al no regatear y pagarle sin rechistar los cuarenta euros que pedía.

Me atreví a sugerirles que quizá, la alegría por obtener un beneficio extraordinario, compensase la decepción por la falta de regateo, cosa que los checos negaron categóricamente, recomendándome googlear al respecto.

En cualquier caso comprobé que Hamsa no me guardaba rencor por la afrenta, pues me lo encontré un par de veces durante los días siguientes, ocasiones que aprovechamos para charlar, insistiendo él en invitarme a los tés que nos tomamos.

Lo dejo aquí Gonzalet, que tengo que trabajar. Otro día espero seguir contándote mi experiencia en este viaje, que no dudo de calificar como fantástico.
Un fuerte abrazo, recuerdos para Carlos y Rodrigo


Tarifa - Feliz navidad desde el paraíso

Vista al puerto de Tarifa

África a la vista



No todo el mundo ama a VOX. Un poco ingenuos y demasiado violentos estos antifascistas. Con tirachinas no convenceremos a los fascistas de que hay opciones mejores.

Senderismo





Europa vista desde Tánger

Azotea del hostal The Melting Pot


También en Tánger, algunos hombres se gustan musculosos