En mis nueve años de vida profesional como profesor, he puesto muchas amonestaciones.
Recordáis, lo que es una amonestación, cuando un profe cabroncete, por una insignificancia, te daba una nota para que la firmaran tus padres.
Mi definición actual es otra.
Una amonestación es cuando tienes unas ganas inmensas de dar una colleja a un alumno maleducado y te tienes que contener y, en vez, darle al alumno un papelito en el que expresas con buenas palabras lo que estás pensando.
Pero, recuerdo una amonestación con especial cariño.
Creo que él se llamaba Luis, y era de la República Dominicana.
Estaba yo escribiendo en la pizarra y Luis con una media sonrisa me dice:
-Profe, apártate, que la carne de asno no es transparente.-
-Hostia, que original,- pensé, -este chico tiene madera de poeta cómico.-
Tuve que contener la risa y, la verdad, me dolió tener que amonestarlo.
domingo, 29 de noviembre de 2015
miércoles, 25 de noviembre de 2015
Exprésate
¿Recordais el anuncio aquel de si bebes no conduzcas?
Pues hoy habría que añadir:
Si bebes no bloguees, ni escribas mails, ni hagas ningún comentario en las redes sociales, porque puedes meter la pata hasta el fondo.
Aunque si has de elegir entre conducir y expresarte en internet, exprésate, que al menos no te matarás.
Pues hoy habría que añadir:
Si bebes no bloguees, ni escribas mails, ni hagas ningún comentario en las redes sociales, porque puedes meter la pata hasta el fondo.
Aunque si has de elegir entre conducir y expresarte en internet, exprésate, que al menos no te matarás.
domingo, 22 de noviembre de 2015
Instinto de caza
Amanece sábado.
Los sábados, guardo
las primeras horas del día para mi uso y disfrute personal.
Cuando el día
clarea, monto la bici y busco la Mallorca bella, la que se encuentra
fuera de Palma, dormida, aromas de tierra fresca, rocío y pino, la
que despierta con el canto de sus aves.
Ayer, mi camino me
llevó a Calvià. Por aquella carretera estrecha y tortuosa que
serpentea subiendo Na Burguesa hasta el Coll de sa Creu.
En el primer tramo,
unos 6 km, de Palma al Coll, el ascenso de unos 400 m, discurre en un
recorrido de 4 km, lo que da una pendiente media del 10%. En otras
palabras, media hora de cuesta, que hace honor a su nombre.
Rodando, mi alma se
libera, se abre a la vida y a la muerte de la naturaleza que me
rodea, afloran los instintos, me sumerjo en torbellinos de
sensaciones e ideas.
En un momento dado,
me adelantan dos ciclistas, saludándome el primero. Los veo ganar
distancia lentamente. Mis sueños han sido barridos por mi instinto,
mi instinto de caza.
Hasta este momento,
pedaleaba sin ser consciente de ello, flotaba sobre la bici. Ahora
mantengo la distancia, ya considerable, que me aventajan. Me adapto a
su ritmo durante el primer cuarto de la subida y entro en calor.
Comienzo a acortar distancia, poco a poco, sin prisa, queda mucha
subida, hay que distribuir bien la fuerza.
Aproximadamente a
media subida estoy colgado tras ellos, observándolos, estimando sus
fuerzas, esperando el momento oportuno, que creo llegado antes de uno
de tantos giros que hace la serpiente. Avanzo, los adelanto, y sé, que de cazador
he pasado a ser presa, donde las dan, las toman. Escucho ahora el
aire que aspiro y exhalo por la boca al compás de cuatro negras
ha----hu----ha----hu, al que se sobrepone el ritmo de mi corazón,
batiendo a corcheas pa--pam--pa--pam--pa--pam--pa--pam .
Pasados cinco
minutos, los veo debajo de mí, acercándose a la curva de la que yo
acabo de salir, curvas que nos hacen ir de alante atrás y de atrás
alante, en espiral alrededor de la vertical que sube al Coll.
Delante mio, aparece
un nuevo ciclista, al que adelanto sin miramientos, pues llevo a los
otros dos pegados a los talones.
Durante el último
medio quilómetro, la pendiente se reduce, para volver a repuntar
unas centenas de metros antes de la cima. En mi esfuerzo por no
perder el ritmo, olvido lo que ocurre detrás de mí, necesito todas
mis fuerzas para llegar a la otra vertiente, la que cae hacia Calvià.
Aminoro la marcha, temo tener que parar si no reduzco el esfuerzo.
Llego por fin al último tramo que repunta. Unos cincuenta metros
antes del inicio de la bajada, me adelantan dos de mis cazadores.
Y, de repente, me
dejo caer, caigo ladera abajo, planeo, acelerado por la fuerza de la
gravedad, aumentando la velocidad, hasta que se establece el
equilibrio con la fuerza de rozamiento del aire que producen la bici
y mi cuerpo.
Dejo que mis presas
se alejen. Este tramo es demasiado peligroso para maniobras de
adelantamiento, cuesta abajo, con curvas cerradas y el firme húmedo
de rocío, se impone la razón, o el miedo.
Vuelven a volar mis
pensamientos. Cuantos idiomas para describir una misma realidad, y
aun todos ellos, no consiguen describirla totalmente, siempre quedará
incerteza, lo desconocido, la magia que nuestros sentidos perciben
pero no somos capaces de expresar. En los momentos de vida intensa,
los sentidos desbordan la razón. Para volar, preciso todos mis
sentidos. Qué pobre, en comparación, la realidad virtual, las
pantallas, que sólo estimulan la vista y el oido para dar alas a la
imaginación.
Poco a poco, voy
aterrizando, la bajada acaba, quedan unos seis quilómetros para
llegar a Calvià.
Los vi llegar al
llano, ahora, la caza continúa.
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