Jugábamos en el descampado que, más adelante, se convertiría en el parque al que da el instituto Santamarca. Ricardo nos impresionaba a menudo a mi madre y a mí. Una tarde nos recibió comentando orgulloso "He corrido 10 vueltas al cesped grande. Me estoy poniendo en forma."
Otra nos lo encontramos con una bandeja llena de canicas colgando a la altura de su barriga. " Os vendo una canica por una peseta" nos dijo.
"Pero si son los ojos de gato que venden en la panadería por una peseta" le respondí.
"Claro. ¿De donde te crees que las he sacado? "
No dudo que Ricardo haya progresado mucho en sus habilidades de hacer negocios. La ultima vez que lo vi fue hace unos años en Mallorca, se gana la vida de empresario.
La familia de Ricardo se mudó, fue así como conocí a Víctor.
Víctor, su madre y sus tres hermanas entraron a vivir al piso de Ricardo el alemán. Víctor, entonces, tendría unos 9 años. Víctor utilizaba con frecuencia una expresión que a mí me hacía gracia. Explicaba alguna cosa y si veía que yo dudaba, concluía su explicación diciendo "Yo me entiendo."
"No lo dudo," pensaba yo, "el que no te entiende soy yo."
Las tres hermanas de Víctor eran guapas, pero Patricia destacaba.
Todos los chicos del barrio de mi edad que recuerdo, estábamos enamorados de Patricia. Se puede afirmar que Patricia era un fenómeno de masas. Lamento no disponer de una foto suya de aquella época, en la que ella tenía entre 13 y 15 años, aunque a menudo las fotos no reflejan el encanto de la persona en carne y hueso.
A los pocos años Víctor y su familia se mudaron a una capital europea, yo marché a Alemania y de la historia del piso segundo A de la calle Víctor de la Serna 37 no me queda más que este recuerdo lejano.
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