Me mostró una imagen, conduciendo al volante de un
Porsche.
-Hostia, que chulo. - Pensé - Como mi Torrot.-
Mi Torrot era verde. Me sorprendió en las escaleras,
en casa de los abuelos. En los pedales llevaba unos tacos de madera,
porque mis piernas eran demasiado cortas todavía. Cuando la vi, no
supe leer su nombre, debió ser el abuelo quien me lo dijo.
Las bicis se guardaban en el hueco que dejaban las escaleras en el sótano. Allí se amontonaban 4 o 5 de los niños vecinos. La mayoría eran BH plegables.
Durante algunos años no fui lo suficientemente fuerte para subirla a la planta baja. El edificio, de 4 plantas y protección oficial, no tenía ascensor y, aunque lo hubiera tenido, seguramente no hubiera alcanzado al botón. De todas formas, a los menores de 14 años, no les estaba permitido usar el ascensor desacompañados.
Eran chicos mayores que yo, los que me ayudaban a
subir la bici.
En el jardín nos lo pasábamos en grande, volando
sobre nuestros caballos de acero.
P.D.
Por cierto, el abuelo, que me daba miedo y me rascaba la cara con su barba rasposa cada vez que me daba un beso, exclamaba, con voz ronca y curada por el humo de los cigarros, un torbellino de palabras ininteligible "mecauenlamarsalá".
Al cabo de bastantes años le comprendí.
Por cierto, el abuelo, que me daba miedo y me rascaba la cara con su barba rasposa cada vez que me daba un beso, exclamaba, con voz ronca y curada por el humo de los cigarros, un torbellino de palabras ininteligible "mecauenlamarsalá".
Al cabo de bastantes años le comprendí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario